Acerqué la cabeza al suelo y oí un desierto.
Un desierto pedregoso, cayado en mano,
Y entonces comprendí el desgaste.
Miré al cielo azul y olí paz,
Y lloré con mis manos clementes
Y Él sentenció: serás incapaz.
Miré tus ojos
Y me tocaste.
Sí, comprendí el desgaste.
Guille.
No hay comentarios:
Publicar un comentario